domingo, 15 de febrero de 2009

El Alto Precio de un Triunfo: La Última Gran Victoria de Hugo Chávez

Chávez sabía que disponía de poco tiempo. Tenía que lograr la aprobación de la reelección indefinida antes de que estallara la crisis económica. Tenía que obtener la victoria rápidamente. Por ello, se lanzó en una guerra relámpago para lograr ese objetivo tan pronto terminaron las elecciones regionales. Corrió un gran riesgo, pero lo logró.

Chávez ganó el referendo de la enmienda por un poco menos de 10 puntos. Esa victoria me recuerda el triunfo de Carlos Andrés Pérez sobre Eduardo Fernández en las elecciones presidenciales de 1988, por un poco más de 12 puntos. Se trató de una victoria que se hizo realidad gracias a que el Gobierno de Jaime Lusinchi evitó tomar las duras medidas económicas que la crisis exigía para permitir el regreso de Carlos Andrés Pérez al poder.

Casi tres meses después de su apoteósico triunfo, Carlos Andrés Pérez veía como el país se le incendiaba por los cuatro costados el 27 de febrero de 1989. Quienes tomaron las calles no fueron los votantes de clase media que constituyeron la base electoral de Eduardo Fernández. Por el contrario, se trataba de los venezolanos más humildes que habían dado su voto a Pérez creyendo en sus promesas de regreso de la bonanza de la década de los setenta.

Hoy Hugo Chávez ha obtenido seis millones de votos. La mayoría de esos votos vienen de personas que se sienten beneficiadas por la política populista de nuestro Presidente. Sienten que han vivido mejor con Chávez que con sus antecesores. A pesar de todo lo negativo que rodea a Hugo Chávez, sus votantes han confiado en que seguirán obteniendo esos beneficios. Le han dado la espalda a los principios y han votado con su estómago.

¿Qué sucederá cuando estalle la crisis y Chávez no pueda seguir redistribuyendo alegre e irresponsablemente la renta nacional entre sus seguidores? No creo que la historia se repita inexorablemente, pero sí creo que el pasado nos puede ayudar a comprender el futuro. Por eso, creo que cuando la crisis muestre su verdadero rostro, muchos de los seguidores de Chávez estallarán en cólera. No tendrán comprensión alguna para con el Presidente ya que se sentirán estafados, así como los seguidores de Pérez no le tuvieron comprensión alguna el 27 de febrero de 1989.

¿Habrá otro Caracazo? No lo creo. Chávez conoce el riesgo que ha asumido con la enmienda y la crisis económica que se avecina. Por ello, nuestro Presidente estará preparado. Usará todos los mecanismos del poder para evitar la anarquía. No obstante, no podrá evitar el deterioro sustancial y sostenido de su respaldo popular. Ahora se sostiene con los votos. Mañana se sostendrá con el uso desnudo del poder. No le temblará el brazo para reprimir. Su permanencia justificará cualquier medida.


No obstante, como resultado del engaño que ha rodeado a la enmienda, Chávez sufrirá una pérdida sustancial de su popularidad. Hoy su ventaja fue sólo de 10 puntos, alrededor de un millón de votos. El ejército partisano de la oposición que suma 5 millones de ciudadanos sin un líder visible estará al acecho, presto a sacar partido de la frustración de cada chavista descontento. Jamás Hugo Chávez podrá obtener otra victoria electoral como la que ha sumado esta noche.

¿Bastará eso para salir de Chávez? Depende de muchos factores. Como dije antes, la oposición es un ejército de 5 millones de personas sin un líder que la interprete. Los ciudadanos opositores les han permitido a los dirigentes de los partidos de oposición colocarse el título de líderes porque no les queda otra opción. En efecto, tal como señalé en mi artículo “La Orfandad de los Marchantes”, ni los opositores sienten entusiasmo por los que fungen como sus líderes, ni esos líderes se sienten a gusto como cabeza de esos opositores. Por ello, la posibilidad de salir de Chávez en un plazo relativamente breve depende de que los ciudadanos opositores encuentren un liderazgo que los interprete.

¿Qué requisitos debe tener ese liderazgo? El nuevo liderazgo debe tener un mensaje de defensa de los valores de esos ciudadanos que integran el ejército opositor. Ese liderazgo debe hablar de libertad, propiedad, familia y seguridad. Quienes integran el núcleo del voto de la oposición no quieren oír hablar de misiones, subsidios ni consejos comunales. A quienes le interesan esas cosas militan en el chavismo y jamás se sumarán al ejército opositor. Sin embargo, si es posible que abandonen a su líder, como causa de su frustración.

Al formidable ejército opositor le basta con la desilusión de los beneficiarios del populismo chavista. Si dos millones de chavistas deciden quedarse en su casa, hastiados del engaño que ha cometido Chávez con el apresuramiento de la enmienda para esconder la crisis económica y el ejército opositor encuentra finalmente un liderazgo auténtico, los días de Chávez y del chavismo estarán contados.

¿Y los estudiantes? Bueno, si la mayoría de ellos sigue el ejemplo de Yon Goicochea, Ricardo Sánchez, Stalin González y Freddy Guevara y se suman a las desilusionantes propuestas socialdemócratas o socialcristianas de los partidos de oposición, el movimiento estudiantil se irá apagando lentamente al integrarse en las fatigadas estructuras de esos partidos. No obstante, si se logran identificar con los valores por los cuales lucha la base opositora, es posible que el nuevo liderazgo de la oposición surja del movimiento estudiantil.

Les repito que esta ha sido la última gran victoria de Hugo Chávez. El esfuerzo final de un guerrero que aparenta ser incansable. Quizás el canto del cisne. Su permanencia en el poder sólo espera por la segura decepción de muchos de sus seguidores como consecuencia de la crisis económica y el surgimiento de un liderazgo que interprete realmente a las bases de la oposición.

Javier Padrón Aguirre

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