domingo, 24 de mayo de 2009

¿Por qué no pueden derrotar a Chávez?

Sabiamente Winston Churchill dijo que el socialismo era “la prédica de la envidia”. Veamos muy esquemáticamente cuál es la fuente de ese sentimiento.

El socialismo marxista es una construcción esencialmente falaz que atribuye las diferencias en el ingreso de los grupos sociales y las personas a la apropiación de la plusvalía de la labor de los trabajadores por los capitalistas. De esa forma, el socialismo marxista calma las frustraciones de quienes no pueden aceptar que su fracaso se debe a que otros han sido más hábiles o sencillamente a la mala suerte.

El socialismo de inspiración cristiana se basa en la noción de justicia social popularizada por el Papá León XIII en la Encíclica Rerum Novarum. Se trata de una noción difusa que nadie ha podido precisar y que seguramente fue producto del sentimiento piadoso del pontífice pero que carece de cualquier fundamento científico. Es como construir una teoría económica a partir de la piedad. Por Dios ¡zapatero a sus zapatos! Al menos Marx analizaba a Smith y a Ricardo.

En todo caso, en cualquier versión del socialismo encontramos la idea de que los resultados del proceso del mercado son injustos y que existen unas personas que reciben una riqueza que no merecen. Con la difusión y popularidad que semejante razonamiento ha adquirido en el mundo, es sencillo comprender lo que pueden sentir quienes han fracasado, definitiva o temporalmente, hacia quienes han tenido éxito: odio y envidia.

Si analizamos el espectro partidista venezolano, observamos que todos los partidos importantes son socialistas. En el bando que utiliza las herramientas de análisis del socialismo marxista se encuentran el PSUV, el PCV, el PPT, PODEMOS, el MAS, AD, UNT y pare usted de contar. En el bando de quienes se conmueven con la justicia social encontramos a COPEI, CONVERGENCIA, PRIMERO JUSTICIA, PROYECTO VENEZUELA, entre otros.

En conclusión, todos esos partidos consideran que los resultados del proceso de mercado son injustos y que existen personas que poseen una riqueza que no merecen. En otras palabras, para todos ellos los ricos disfrutan lo que no les corresponde y el Estado debe aportar soluciones a esa injusticia.

Así, es sencillo apreciar que todos esos partidos fomentan el odio y la envidia contra los ricos, lo cual en Venezuela quiere decir cualquiera que tenga más dinero que yo.

¿Qué ofrece Chávez ante esa injusticia? Muy sencillo. Arrebatarles la riqueza mal habida a los ricos, humillarlos, destruirlos. ¿Qué ofrece la oposición? Redistribuir la riqueza a través de impuestos razonables que sirvan para crear un sistema de bienestar social, pero sin arrebatarles los medios de producción a los ricos y sin dejar de respetarlos como personas y ciudadanos.

Si a usted lo han alimentado con el socialismo (marxista o cristiano) y se encuentra lleno de frustración y envidia contra los ricos ¿Por quién votaría? ¿Por el vengador destructor de los ricos o por el pastor conciliador? Creo que la respuesta es evidente.

Durante cuarenta años los intelectuales y la Iglesia se cansaron de denunciar las injusticias sociales y la insensibilidad de los ricos. Sus propios resentimientos no les dejaron ver que el único robo que existió en la mal llamada IV República fue el despojo del ingreso petrolero que el Estado le hizo a la sociedad venezolana. Los únicos ladrones de plusvalía fueron los burócratas y los únicos cómplices fueron los intelectuales que se cansaron de hablar de esa cosa difusa y sin fundamento que se llama justicia social para legitimar la labor del Estado.

Después de cuarenta años de alimentar el odio y la envidia contra los ricos, no nos podemos sorprender con la llegada de Chávez. Lo que raya en la imbecilidad es creer que pueden derrotarlo poniendo una carita de pastorcillo pacificador que va reconciliar a los ricos malucos con los pobres bondadosos. Por eso no pueden derrotar a Chávez.

Para poder competir con Chávez sólo existen dos caminos.

La primera alternativa es ser más radical que Chávez. Si él promete confiscar y humillar a los ricos, el competidor debe ofrecer mandarlos a un campo de concentración en Sabaneta para freírlos vivos.

La segunda alternativa consiste en rechazar la imbecilidad del socialismo (en cualquiera de sus variantes), rechazar a todos los socialistas (incluyendo a los socialistas “chic” e “inteligentes” como Teodoro), condenar el odio y la lucha de clases (que es lo primero que debería hacer todo cura serio en lugar de hablar tonterías sobre el socialismo y la justicia social) y finalmente denunciar que el único ladrón de la riqueza nacional ha sido el Estado, sin importar si su cabeza se ha llamado Lusinchi, Pérez o Chávez.

Como ustedes anticiparán, la oposición no hará ninguna de las dos cosas. En primer lugar porque no son genocidas. En segundo lugar, porque son profundamente socialistas. Roguemos que no haya alguien que opte por la primera alternativa.


Javier Padrón Aguirre

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